La crisis de la salud. Política y Liderazgo
Opinión del Dr. Héctor Garín, Secretario General de la AMAP
Durante toda nuestra gestión hemos intentado generar y mantener la unidad del gremio médico, desgraciadamente pareciera que la política llegó a algunas instituciones médicas, tratando de utilizarlas egoístamente en búsqueda de poder para ponerlo al servicio de algunos partidos políticos o por intereses personales, sin comprender que nuestra tarea es la lucha por la dignidad médica, por mejores condiciones de trabajo y mejores salarios, en lugar de obtener poder para lograr cargos legislativos o de otra índole. Nuestra independencia ante las políticas partidarias pareciera ser una razón para cuestionar nuestra tarea.
Nosotros logramos mostrar resultados de gestión no solo en nuestro sindicato sino también en todas las organizaciones donde trabajamos, de buena gestión, de superávit económico, obteniendo el reconocimiento de parte de todas las organizaciones médicas bien intencionadas y de todas las instituciones que se nos acercan, por lo que seguiremos en este rumbo de trabajo y buena gestión a pesar de algunos resentidos y como además nuestro camino genera alguna envidia también muy bien definida por el escritor Carlos Ruiz Zafón, que la definía así “La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro, y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su conducta hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo solo se abrirán para infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el solo hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá».
Siempre fue una forma de pensar nuestra vida el “trascender” y ello se logra a través de las cosas que creamos y que perduran después de nuestra partida y que se logran fundamentalmente por nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra suma de capacidades y nuestra voluntad.
Viviendo, como lo estamos haciendo, la crisis del sector salud tratamos de individualizar algunas responsabilidades en quienes la provocaron, como por ejemplo algunos sectores de las universidades de medicina que llevaron a una politización de la enseñanza, déficit de docencia, por falta de pago y de vocación docente, razones que indujeron a la privatización de la enseñanza y que transformó los alumnos en clientes, el aprovechamiento de las organizaciones médicas (colegios, círculos, sindicatos,) preocupados en cómo conseguir clientes para sus cursos pagos en lugar de trabajar en los objetivos y en las atribuciones que les conciernen.
La política que entró en el sector sin planes y solo priorizando los negocios de la enseñanza en el sector privado, en el sector público, y últimamente en lo gremial.
En cada uno de estos espacios que tienen que ver con la salud se ocuparon más de ver como entrar en actividades rentables que en resolver los problemas.
El sector financiador privado ocupó todas las áreas de la salud que pueden generar ganancias económicas, ambulancias, sanatorios, centros médicos, laboratorios, hospitales municipales y que llevó a la política a despreocuparse de desarrollar planes para la población y sí desarrollar posibles negocios.
La libertad de precios por parte de los laboratorios medicinales que se llevan un mayor porcentaje del gasto en salud, hoy el grupo conformado por Prosanity, la Universidad del Salvador, Ipegsa e Isalud , calcularon un 52% de ese presupuesto, restándole la posibilidad de mayores ingresos a los profesionales y del personal de salud.
Lamentablemente la política y los negocios quieren infiltrarse también en las organizaciones sindicales médicas.
Nuestro compromiso es luchar contra esa injerencia espuria de la política en la actividad gremial y contra la búsqueda enfermiza del poder para dominar.
Existen dos tipos de poder: el poder para dominar y el poder para conducir.
Hay que transformar la naturaleza del poder, para que en vez de tener, signifique hacer, en lugar de improvisación, se logre eficacia y todo se realice con sinceridad y coraje.
El hábito más peligroso de la mediocridad sindical es prometer aquello que sabe que no va a cumplir, porque así se desgasta la fe en la acción gremial y se alientan y aumentan las posturas antisindicales.
El verdadero ser del sindicalista está en su trabajo, que no se define por sus opiniones sino por sus acciones.
La hipocresía en la política sindical pretende que el discurso inoperante se tome como transformación de la realidad.
Ese discurso hipócrita expresa una actuación y no una acción, no tiene voluntad de conducción, actúa solo en la apariencia.
Entendemos que, sin un proyecto gremial no hay verdadero liderazgo y que criticar desmedidamente al sindicalismo puede ser una forma insidiosa de aceptar la impotencia general, ante una realidad controlada por los empresarios beneficiando a los que más tienen.
La lucha gremial se debe realizar con la cooperación colectiva y apoyo mutuo de los trabajadores, si no los derechos se rebajan a la conveniencia de los poderosos.
Debemos entender que no se puede solucionar una crisis laboral y social sin solucionar la crisis económica, y no se puede solucionar la crisis económica sin solucionar la crisis política de ahí la importancia que debieran comprender que tiene el sector político.
Lamentablemente la realidad es un abismo donde se precipitan los que llegan al poder sin estar preparados para ejercerlo.